Y crecimos ignorantes al paso del tiempo; acompañados por un incesante ir y venir de silencios, de sonrisas, de olor a cloro en la piel y domingos de madrugada. Te veo. Crecimos solos pero rodeados de gente, del vaivén de las horas al viento, de abrazos que no lo son pero pocos lo saben.
Ahora te descubro en la distancia, la misma que nos aleja y nos acerca, cómplices, en el juego de miradas. De saber que no se puede cambiar lo que ocurrió, que las estaciones siguen pasando y la inocencia se diluye en la rutina de los días donde mis sonrisas de regreso contestan otras sonrisas que quizás, ahora, ya no son tuyas.
Crecimos, y seguiremos creciendo pero ninguno sabe que quiere ser de mayor.
Tal vez se lo llevó el tiempo.
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