El momento en que suena un reloj y no sabes dónde. Buscas por todos los lados pero no alcanzas a ver nada. Quizás ese reloj esté dentro de ti, señalándote el momento exacto. Porque yo lo sé; ya debería haber sonado. Después de siete años me avisa de que ha llegado la hora.
Hay algo raro en las bifurcaciones, siempre vienen acompañadas por un momento de indecisión. Dentro de ti hay una parte que niega el echo de que al atravesar un camino ya no hay vuelta atrás; que has pasado al otro lado y no volverás a ese cruce en las mismas condiciones. Y luego te sorprendes... te sorprendes imaginando qué hubiese pasado si la decisión hubiese sido la otra, la contraria (no sabemos si la correcta o no) y te arrepientes muchas veces, y te felicitas muchas más. Así somos los humanos; así soy yo.
Hace muchas horas, que llegan a ser años, tomé una decisión que marcó el inicio de un (mi) camino. Un camino que no llega a "maravilloso", pero si a "alucinante". He aprendido mucho, y he crecido también. Pero me encuentro con puertas que se abren para cruzar a otro sitio, y el reloj me indica que ya estoy preparada. La vida también me lo demuestra, de una forma muy particular y única.
Este año no ha sido fácil, ni feliz. He pasado por cosas que jamás pensé que tendría que pasar; pero espero haberlas superado. Alzo la vista y no veo relojes, ni miedos. Es como una foto antigua; sólo se distingue mi silueta junto a una puerta esperando por lo que hay al otro lado. Sé que estoy esperando... No por nadie, sino por mi. Es difícil jugar así, con blancos y negros... pero me invaden dos certezas: no estaré sola, y el camino al otro lado será "maravilloso".
No hay comentarios:
Publicar un comentario